Yo que iba tan tranquilo
acercándome al final de mi vida terrenal,
de pronto dudo y vacilo.
¿Es verdad que no hay asilo para el alma?
¿Que morir es dejar de existir?
¿Qué la fugaz existencia no tiene la trascendencia,
que me dejaron intuir?
No, eso no, por favor.
Yo, con mi libre albedrío,
me atrevo a decir Dios mío,
que debe haber un error.
Y perdóname Señor, si con esto te incomodo.
Sin embargo, de algún modo, te lo tengo que decir:
¡No me vayas a salir
con que aquí se acaba todo!
Roberto Gómez Bolaños.
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