Y así quedé, en piedra fría,
elevado del suelo sin sed ni hambre,
después que tu pregunta como niña infante
me pide que le de una respuesta
que exiges con tu sonrisa incierta
y dejas mi alma desierta.
Porque lo inalcanzable, fallece fugaz
en un callado instante cuando se mirarte.
Y al apreciar, intentando no desmayarme,
tus ojos,
descubro con gozo
que entiendo apretado en el espacio del aire
que en los míos concluye el desaire,
que no eres tú para tenerme,